Faltan 278 días para que se inicie el verano 2014/2015. Días más, días menos, y ateniéndonos a la repetida experiencia de los últimos tiempos, para que estalle la emergencia hídrica. “El agua es oro”, subrayan Juan Minetti y Darío Ovejero en un informe titulado “Clima hostil - Cuando los desiertos se intensifican” (Laboratorio Climatológico Sudamericano-Conicet-Departamento de Geografía-UNT). Oro, justamente, es lo que pagarían vecinos de vastas zonas de la capital y del Gran San Miguel de Tucumán por encontrar agua cada vez que abren una canilla.
Camino a Villa Carmela, justo en la Curva de Los Vega, toma forma un emprendimiento inmobiliario. Concluyó la deforestación y un cartel anticipa la construcción de un barrio cerrado. ¿Cuántos años faltan para que en todas esas hectáreas de Yerba Buena, desde la avenida Perón hasta San José, cambien los limones por ladrillos? Lo propio ocurre en Tafí Viejo, a partir del sostenido avance de countries y barrios proyectados entre las ondulaciones del terreno y el envidiable clima del piedemonte.
El mascarón de proa del desarrollo habitacional del sector oeste es Lomas de Tafí, miniciudad en la que los problemas de agua son tan marcados como en el resto de Tafí Viejo. Si se llenan los tanques es cosa de ciencia ficción cuando el calor aprieta. Sobre esa infraestructura saturada se construye a todo vapor.
El agua es oro porque escasea y faltará mucho más a medida que el calentamiento global se intensifique y las sequías sigan modificando el perfil geográfico y social. Porque la sequía es sinónimo de pobreza y caída en la calidad de vida de las poblaciones.
Minetti y Ovejero elaboraron un programa de 12 puntos, cuyo cumplimiento puede contribuir a que disminuya sensiblemente el efecto del calentamiento global:
1) No ponerse pesimista y pasar inmediatamente a la acción.
2) El agua es oro y hay que cuidar fuertemente este recurso.
3) Implementar de manera urgente todo tipo de reservorios, ya sean estas como grandes obras o emprendimientos locales.
4) Usar tecnologías conservacionistas.
5) Incrementar el uso de tecnologías para lograr un nuevo aumento en los rindes agrícolas.
6) Educar y concientizar sobre el problema; ahorrar, no derrochar agua.
7) Retornar a la ganadería o actividad forestal en la región semiárida central de Argentina.
8) Evitar la erosión eólica.
9) Evitar la acción de especies invasoras.
10) Mejorar los sistemas de regadíos y la superficie que benefician.
11) Evitar la contaminación.
12) Defender la fauna ictícola.
Cada vez que falta el agua suele endilgarse toda la responsabilidad a los proveedores del servicio. A la SAT -es decir, al Estado provincial- le caben esos reclamos. Los de coyuntura y los de planificación con miras al Tucumán de los próximos 100 años. Mucho menos se habla de lo desaprensivos que somos los tucumanos. Despreocupados y escasamente solidarios, para ser precisos. Consumimos el doble de lo necesario, dejamos grifos abiertos, desagotamos y llenamos piletas como si nada, promovemos la proliferación de lavaderos de autos clandestinos. Si nadie llevara los vehículos a la Wenceslao Posse se terminaría ese gigantesco comercio ilegal. Hay un trasfondo cultural que juega tan fuerte como las sequías y la preocupante vida útil de El Cadillal. Los 278 días que faltan para el próximo verano no constituyen una cifra caprichosa, más bien remarcan lo cerca que estamos del próximo reguero de quejas.